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miércoles, 11 de julio de 2012

CERTAMEN INTERNACIONAL DEL MICRORELATO DE SAN FERMÍN

Los organizadores del Certamen hacen referencia al mismo de la siguiente manera.

En Pamplona hace falta poco para que algo se convierta en una tradición, y como este año ya van para cuatro las ediciones de este Concurso de Microrrelatos de San Fermín, no nos da vergüenza afirmar que este está convirtiéndose en todo un clásico presanferminero. A mediados de junio no es raro oír a la gente afirmar alborozada: “¡Ya han puesto el vallado!”, o “¡Me ha tocado una lata de aceitunas en la tómbola!”, y ahora también “¿Ya han fallado el concurso de microrrelatos!”.
Vale, estamos exagerando (la culpa es la de nuestra aspiración de que ese fallo acabe por convertirse en algo tan comentado y tan polémico como el del concurso de carteles), pero lo cierto es que la participación cada año crece considerablemente. Este año se han recibido ni más ni menos que 471 relatos, procedentes de 21 países.
Tal cantidad de historias lleva a pensar que el microrrelato sanferminero poco a poco va pidiendo paso como subgénero literario, y desde el jurado podemos constatar que dentro de éste hay varios subsubgéneros: los microrrelatos de Caravinagre, los del encierro, los de apariciones del santo, los del navarro ausente, los de objetos típicos que toman vida –el pañuelo, la alpargata, etc.-…
Este año han cobrado especial protagonismo los microrrelatos de silletas y embarazos sanfermineros, y el ganador ha sido precisamente un emotivo cuento, que evoca el futuro y la perduración de las fiestas, de un sentimiento que se transmite de corazón a corazón por vía umbilical. La crisis, por supuesto, no podía faltar, es imposible obviarla en una situación como la actual, y también se ha reflejado en microrrelatos como el segundo clasificado, en la que a través de unos acertados y muy sanfermineros juegos de palabras, es a ella, a la crisis, a la que se recorta su carga trágica, durante unos días de respiro y de alegría. El tercer premio ha recaído en un cuento que, a través de una anécdota, resume perfectamente el ambiente de cordialidad y buen rollo que deseamos para nuestras fiestas.
Y junto con ellos, los otros siete finalistas y los restantes participantes, que a menudo resultan tan difíciles de juzgar (tal vez por eso se inventó esa expresión “Fallo del jurado”), pues la decisión no es matemática, ni la Liga BBVA, sino que supone enfrentarse a decenas de historias, todas ellas cuajadas de emociones, sentimientos y vivencias personales y particulares.
Os animamos, por último, a participar el próximo año en la quinta edición y particularmente a enriquecer este certamen y el microrrelato sanferminero con nuevos puntos de vista, voces, ángulos, que renueven año a año esta tradición y la conviertan en cada edición en algo novedoso y sorprendente.
José Luis Allo, Patxi Irurzun, Eduardo Laporte y Carlos Erice. Miembros del jurado.
El 15 de junio de 2012 a las 19.30 en el Palacio Condestable, se ha hecho público el fallo del III Certamen de microrrelatos, con los siguientes resultados.

Primeros tres clasificados:
Ganador: ‘‘Siete centímetros’’ por Alberto Eransus Antoñanzas, de Sarriguren (Navarra)
2º clasificado: ‘‘Encierro del seis de julio’’ por Paco Lecumberri Ardanaz, de Pamplona (Navarra)
3º clasificado: ‘‘Abracadabra’’ por David Martínez Abárzuza, de Pamplona (Navarra)

Resto de finalistas:
4º clasificado: ‘‘El eco del cohete’’ por Lucas Daniel Monsalve Cadena, de Madrid (Madrid).
5º clasificado: ‘‘Daniel’’ por Laura Villanueva Merino, de Pamplona (Navarra).
6º clasificado: ‘‘Adiós’’ por Josetxo Campión Ilundáin, de Pamplona (Navarra).
7º clasificado: ‘‘Ta-fes-ta-fes-ta-fes-ta-fes-ta-fes’’ por Alfredo Alvaro Igoa, de Etxarri Aranatz (Navarra).
8º clasificado: ‘‘Corredor de sueños’’ por Juan Carlos Somoza García, de Bilbao (Vizcaya).
9º clasificado: ‘‘Epiko’’ por Ramón Zarragoitia Mezo, de Plentzia (Vizcaya).
10º clasificado: ‘‘La visita’’ por Abel Azcona Marcos, de Pamplona (Navarra).

Nuestra enhorabuena a todos ellos, así como al resto de participantes en este IV Certamen.


Les invitamos a compartir los primeros tres premios.


Primer premio


Siete centímetros, de Alberto Eransus Antoñanzas

En una terraza de la Plaza del Castillo, casi vísperas de fiestas, recordó la advertencia del médico que aún retumbaba en su cabeza: ”nada de alcohol, tabaco, comidas grasas, sobresaltos, altas temperaturas, espacios concurridos ni multitudes. Tranquilidad y buenos alimentos.” No podía ser ni quería creérselo. Sólo pensar a lo que debía renunciar le entraban ganas de llorar: el almuerzo del seis con la cuadrilla, la lluvia de champán en el chupinazo, la comida del siete, la sangría taurina en la solanera con la peña, las noches y los días fluyendo en tiempos y modos sanfermineros. Pero sobre todo, por encima de estos actos, lo que más amaba: el encierro. Esto sí que se lo subrayaron: “nada de actividades intensas ni deportes de riesgo.”
Apurando el café, notó en el bolsillo del pantalón algo que le incomodaba: era un sobre. Al abrirlo, sus ojos empezaron a nublarse. Era el abono de los toros, completo. Detrás de la entrada del 14, otro papel, distinto: una foto en blanco y negro, borrosa, en la que se adivinaba una forma de siete centímetros. Mientras unas lágrimas se aventuraban sobre su incipiente tripa, esbozando una sonrisa, se consoló pensando: Tú me darás mil alegrías en los próximos sanfermines.


Segundo Premio

Encierro del seis de julio, de Paco Lecumberri Ardanaz

Algo grave pasa cuando es seis de julio y no quieres levantarte de la cama. Cuando entre las sábanas te sacudes ahogado en tu pobre de mí, lidiando en tu cabeza con los seis meses seis desde que te empitonó la crisis. Cansado de que cada santo domingo enfiles la cuesta de la semana sin que el ayuntamiento o los mercaderes dejen en la estafeta la carta de tu próximo empleo y sin que recibas la llamada telefónica que te diga que has sacado la plaza a la que tanto ansiabas llegar.
Pero en medio de esa amarga oscuridad, una luz y un bullicio de niños entran por el toril de tu chiquero; son tus dos alguacilillos que vienen a sacarte de tu encierro gigante. Tras ellos, una mujer, blanca como una novia, trae un beso de seis de julio que te recuerda que sigues siendo el rey (y ella tu chica yeyé). Y se desploma tu prima de riesgo y sales de tu corralito y te entra el gusanillo de la víspera porque es seis de julio, porque estás vivo y todo empieza de nuevo. Entonces piensas que San Fermín, que todo lo ve, te bendecirá.


Tercer Premio

Abracadabra, de David Martínez Abárzuza

Ni el mítico Houdini, ni el clásico “magia borrás”, ni siquiera el gran Juan Tamariz me hicieron creer tanto en la magia como esas tres palabras de aquel siete de Julio del noventa y seis.
Mis caderas se movían torpemente al son de la música de no recuerdo qué abarrotada peña, cuando de repente, mis ojos inevitablemente desviaron la mirada hacia un mechón de pelo rubio que descendía en bucle sobre el canalillo, hasta perderse en el generoso escote de aquella diosa. A los dos segundos, advertí la presencia de un individuo de unos ciento noventa centímetros de músculo, con camisa blanca impoluta y pañuelico recién planchado, mirándome con cara de oso Camille en ayunas.
El sobresalto hizo que mi mano temblara, con tan mala suerte que mi refrescante vaso de kalimotxo se vació sobre el fornido pecho del maromo. La música se detuvo y el olor a ira descontrolada inundaba todo el local, ¿dónde me golpearía primero?.
Mi cuerpo tiritaba de terror, estaba perdido. Todavía no me explico cómo y porqué salieron de mi boca esas tres palabras mágicas que salvaron mi vida:
- Viva San Fermín -
El muchacho sonrió, tendió su mano y repitió… – Viva San Fermín -

Fuente: http://www.blogsanfermin.com/con

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