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lunes, 27 de abril de 2020

EL REFUGIO DE ANDRA MARI DE GERNIKA




Por Xabier Irujo

Fueron 450 las personas que fallecieron bajo los escombros en el refugio de Andra Mari durante el bombardeo de Gernika, por mucho que fuentes del régimen franquista limitaran las víctimas a 45
La pronta utilización en Otxandio de la aviación como arma de terror por parte de Ángel Salas Larrazabal, el 22 de julio de 1936, motivó que tras su constitución en octubre de 1936 el Gobierno vasco decretara la construcción de refugios antiaéreos en todas las poblaciones vascas, aunque muchas de ellas, como la propia Gernika, no tuvieran ningún interés militar o estratégico.
José Labauria, alcalde de Gernika, confirmó que se construyeron seis refugios municipales y que existían muchos otros privados. Otros seis refugios estaban en vías de construcción en abril de 1937. Tal como afirmó Castor Uriarte, arquitecto municipal de Gernika y responsable de la construcción de los refugios públicos, dotado de dos entradas por Artekale y Barrenkale, el refugio de Andra Mari tenía cuarenta metros de largo y era tan ancho como la propia calle, que podemos estimar en un mínimo de 3,65 metros, de modo que el dicho refugio tenía un área total de al menos 146 metros cuadrados. Como en otros refugios, los troncos de pino utilizados como pilares eran de 2,5 metros de altura y unos 35 centímetros de diámetro. Las vigas eran del mismo diámetro. Uriarte ordenó construir unas traviesas de pino, que apoyadas en los gruesos muros de piedra de las fachadas opuestas de la calle de Andra Mari, sustentarían el techo de dicho refugio consistente en cinco placas de acero de cinco milímetros cada una y, sobre estas, dos capas de sacos de arena.
Pero las planchas de metal no llegaron a tiempo, por lo que el 26 de abril la única protección que el refugio de Andra Mari ofrecía era la de la techumbre de sacos terreros.
  
Tal como expresó Labauria, quien ordenó la construcción de dicho refugio, este tenía capacidad para albergar a 450 personas. Era posiblemente el mayor de los refugios de la villa. Sebastián Uria, uno de los pocos supervivientes de dicho refugio, afirmó que “[el refugio de Andra Mari] estaba abarrotado de gente. Estaban de pie, como sardinas en lata”. Esto mismo testificaron Juan Ibai y Uxua Makazaga, quienes buscaron refugio en Andra Mari pero, al no poder entrar por la cantidad de gente que allí había, tuvieron que dirigirse a otro refugio.
Teniendo en cuenta que se trató de un bombardeo de terror cuyo objetivo era provocar el mayor grado de destrucción, el núcleo urbano de la villa y no el polígono industrial fue la única zona castigada por las bombas. Durante el bombardeo cayeron directamente sobre el refugio de Andra Mari al menos dos bombas de 250 kilogramos Aparte de estos dos impactos directos cayeron sobre el núcleo urbano de Gernika hasta un total de 41 toneladas de bombas destructoras de 50 kilogramos e incendiarias.
La velocidad de crucero de los Junker Ju52 era de unos 190 km/h, de modo que, volando a 800 metros, los bombarderos tuvieron que soltar su carga 674 metros antes de llegar al núcleo urbano. Las bombas de 250 kilogramos tardarían unos 14 segundos en impactar y lo harían a una velocidad de 450 kilómetros por hora. A esa velocidad estas bombas eran capaces de horadar hasta seis plantas en un edificio antiguo con estructura interior de madera, “penetrando en los edificios como cuchillos”. En calles estrechas el efecto de las bombas era aún mayor debido a la presión del aire expelido por la deflagración razón por la que los refugios construidos en los sótanos quedaban a menudo enterrados bajo los escombros. Además, tenían espoleta de efecto retardado, utilizadas preferentemente para bombardeos a baja altura como el de aquel día. La idea era activar un efecto retardado de uno o dos segundos a fin de dar tiempo a la bomba a explotar una vez hubiera atravesado totalmente un edificio de tres plantas. Al explotar a nivel de suelo, el efecto destructivo de la explosión en el conjunto de la edificación era mucho mayor.
ENTERRADOS VIVOS. Como resultado de la deflagración, la techumbre de sacos así como la estructura de madera que la sustentaba se derrumbó sobre las víctimas desde una altura de tres pisos. Junto con todo este material, también se derrumbó sobre estas personas parte de las fachadas a ambos lados de la calle. Aquellos que sobrevivieron a la detonación y al derrumbamiento del refugio, fueron enterrados vivos bajos miles de kilos de escombros. A un mismo tiempo, el fuego provocado por las bombas incendiarias fue progresivamente avanzando sobre las ruinas del refugio, matando a los supervivientes por asfixia o incinerándolos vivos, bajo tierra. Labauria, que estuvo sobre el refugio procurando rescatar a personas con vida, afirmó sin ambages que “los que estaban en el refugio situado entre Artekale y Barrenkale (cabían en él unas 450 personas) fueron muertos todos, a consecuencia de una bomba que cayó en la carnicería Ribera y derribó el edificio a cuyo costado estaba adosado el refugio, desplomándose este sobre los allí refugiados”. Joxe Iturria, que también estuvo sobre dicho refugio procurando salvar a los supervivientes, afirmó asimismo que allí murieron unas 500 personas, todos los que quedaron enterrados bajo las ruinas.
Mercedes Irala describió el trabajo de los gudaris y voluntarios sobre las ruinas del refugio y los gudaris Joseba Elosegi y Sabin Apraiz confirmaron que el fuego se extendió antes de que pudiesen terminar de desescombrar, cuando aún se oían gritos provenientes de entre las ruinas en diversas partes del centro urbano. El testimonio de Federico Iraeta es desgarrador: “Entonces empecé a mirar por todos los refugios donde aún se oía a la gente y se sabía que seguían vivos. Fui al refugio de Andra Mari y comencé a buscar entre los escombros. Entonces vi que algo que se movía. Eran unas piernas humanas. Parecían las piernas de una niña. El resto del cuerpo quedó atrapado bajo enormes montones de piedra y ladrillo. Era imposible hacer nada. Cuando me di cuenta de todo esto, me di la vuelta y eché a correr. No podía seguir la búsqueda. No podía soportarlo más. No comí ni dormí durante tres días”.
Los gudaris José Ramón Urtiaga y Kaxtor Amunarriz así como Carmen Zabaljauregi y Francisca Arriaga confirmaron que aún al día siguiente no se había podido desescombrar el refugio de Andra Mari, ni por tanto rescatar a los supervivientes y que aún era posible oír los gritos de las personas enterradas bajo los escombros. Según el testimonio de María Medinabeitia, cuya madre murió en el refugio de Andra Mari sin que su cuerpo fuera nunca recuperado, en dicho refugio perdieron la vida todos excepto un niño.
No obstante todo esto, se ha repetido hasta la saciedad que en el refugio de Andra Mari perdieron la vida 45 personas. La razón de este número se encuentra en el testimonio de Jesús María Obieta, del 13 de julio de 1937, incluido en el Informe Herrán, quien afirmó que “en un refugio sin nombre se encontraron 45 cadáveres”. Esto no significa que perdiesen la vida 45 personas, sino que fueron rescatados 45 cuerpos sin vida. Obieta no se refiere al refugio de Andra Mari, que era uno de los pocos refugios con nombre, sino, obviamente, a otro refugio, uno que no tenía nombre. Por último, es preciso tener en cuenta que el Informe Herrán es un panfleto propagandístico del régimen franquista, publicado únicamente en inglés para ser distribuido en el Reino Unido en el cual se concluye que la destrucción de Gernika se debió a la tea incendiaria de los gudaris en retirada.
TRADUCCIÓN EQUÍVOCA. Más concretamente, el origen de la confusión parte de una traducción equívoca de Jesús Salas. En las tres ediciones de su libro sobre el bombardeo de Gernika este autor traduce el original inglés de la página 24 del referido panfleto de 1937 que literalmente dice “in a certain unnamed shelter were found forty-five dead persons” como “en un refugio sin terminar se encontraron 45 muertos” (página 196 de la edición de su obra de 1987). Una forma ciertamente sutil de mentir. Salas era perfectamente consciente de que traduciendo “sin nombre” por “sin terminar” induciría al lector a identificar este refugio con el de Andra Mari ya que, si bien no era el único refugio sin terminar en abril de 1937, era el mayor de todos y al cual todos hacían referencia como inacabado. Y así ha sido: numerosos autores han manifestado, sin ser conscientes de todo lo anterior que “en Andra Mari murieron 45 personas”.
Para más inri, en abierta contradicción con el testimonio de Obieta, que repito está incluido en el propio Informe Herrán de 1937, este opúsculo documenta en las páginas 51 a 54 la recuperación de tan sólo 22 cuerpos sin vida del refugio de Andra Mari, de los cuales sólo cinco pudieron ser identificados y sabemos que uno de ellos, Felipe Bastarretxea, no murió en Andra Mari.
Al margen de la naturaleza, falta de coherencia y dudosa credibilidad del Informe Herrán, afirmar que en dicho refugio perdieron la vida 45 personas es totalmente irracional. Significaría afirmar que la inmensa mayoría de las personas de un refugio que tenía por única protección una techumbre hecha de vigas de madera y sacos de arena, que sufrió el impacto directo de dos bombas de 250 kilogramos y muchas otras de 50 kilogramos sobrevivió al estallido. Significaría, asimismo, aceptar que sobrevivieron también al subsecuente derrumbamiento del techo de dicho refugio y de parte de las fachadas de los edificios de alrededor, que se desplomaron sobre dichas personas. Y, finalmente, significaría, asimismo, que, tras haber sido enterradas, sobrevivieron al fuego que devoró las ruinas y, fundamentalmente, que lograron salir de debajo de las ruinas con vida sin que el escombro fuese retirado al menos hasta meses después de aquel 26 de abril.
Desde un punto de vista historiográfico es incorrecto manipular las fuentes históricas. Asimismo, es sumamente impropio omitir testimonios, adulterar traducciones, utilizar fuentes de patente ideología falangista sin contrastarlas debidamente y, fundamentalmente, descalificar sin motivo ni razonamiento científico alguno a los testigos presenciales que como José Labauria, Joxe Iturria y María Medinabeitia testificaron que allí murieron más de 450 personas.
Reducir de este modo tan prosaico el cómputo de víctimas mortales con el fin de desfigurar la naturaleza y reducir la dimensión material del bombardeo de Gernika trasciende con mucho el terreno de lo historiográfico: es éticamente reprobable.

Fuente :https://ianasagasti.blogs.com/mi_blog/2016/06/el-refugio-de-andra-mari-de-gernika.html

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